Cuando hacemos compras, viajamos, nos sentamos frente al televisor o elegimos el lugar donde queremos trabajar, cada vez se vuelve más importante, como filtro, vivir experiencias agradables.Estamos inmersos en un cambio de paradigma, una revolución cultural, económica y social que afecta las decisiones que tomamos en todos los ámbitos, incluido el del trabajo.
Ya casi no existen fronteras entre vida personal y laboral, tiempo privado y público, placer y deber. En este todo integrado, la remuneración y la carrera, aunque siguen siendo importantes, ya no son la única motivación para entrar, quedarnos o irnos de un empleo. Buscamos, además, que el trabajo nos divierta, nos emocione, nos provea desafíos estimulantes y le dé sentido a nuestra existencia. Y cada vez somos más reacios a ceder y a conformarnos.
No son solo los Millennials, la generación Y, los que están cambiando las reglas del juego. No importa en qué año hayamos nacido, todos nos contagiamos un poco de su actitud, y las cuatro generaciones que convivimos actualmente estamos dispuestos, con matices, a reivindicar nuestros deseos, y quizás hasta reinventarnos, para experimentar la vida de una manera más plena.
Uno de los grandes desafíos, en el universo laboral, para el presente y el futuro es atraer, motivar, fidelizar y retener a sus talentos. Desde hace un tiempo se habla mucho de EX, la experiencia del empleado, como clave estratégica para el Employee Engagement. A pesar de que, según el informe de Deloitte para 2018, el 67% de las compañías afirman que la cuestión es prioritaria, todavía es una teoría aspiracional que sobrevuela solo en algunos, sin demasiado apoyo institucional, que pocas veces llega a traducirse en políticas concretas.
Independientemente de que la organización tenga o no un plan formal para involucrar a sus empleados, es mucho lo que cada uno, desde su lugar, puede hacer para contribuir a crear un contexto de experiencias felices y nutritivas para nosotros mismos y para los demás. Es un tema de foco, estar atentos, tomar decisiones para dar respuesta las expectativas de la nueva cultura.
El trabajo frente al mundial
A veces nos puede resultar difícil encontrar los resortes para seducir a quienes trabajan junto a nosotros, sobre todo a los más jóvenes, y evitar que se vayan. A modo de ejemplo, citemos un caso que ocurrió unos meses atrás. Un joven de 23 años, muy formado y con un gran potencial, le dice a su jefe que quiere ir a Rusia durante dos semanas para el Mundial de Fútbol, y después quedarse diez días más recorriendo Europa. Propone tomarse esa licencia sin goce de sueldo, o incluso renunciar, si hiciera falta, y volver a incorporarse a su regreso. Tan sólo uno o dos mundiales atrás, el planteo hubiese sido inaudito, absurdo, casi ciencia ficción, que el jefe no hubiera titubeado en negarle el permiso. ¿Cómo justificar tamaña afrenta a la equidad ante los compañeros de equipo? El joven probablemente se hubiese resignado. y fin de la historia. Pero hoy el jefe duda. Sabe que, si se niega, su colaborador se va a ir igual, porque para él es más importante vivir esa experiencia que conservar el empleo. Y si dice que sí, entra en un conflicto interno. No sabe cómo manejar la situación con el resto del equipo ni cómo justificar su decisión ante la empresa. Pero sí sabe que ese chico es valioso, y que no quiere que el equipo se pierda ese talento. Además, intuye que está cerca el día en que van a cambiar las formas de trabajar y colaborar, que todos se van a tener que adaptar a las nuevas reglas de juego. ¿Qué pasaría si él da la patada inaugural? Aunque le cueste, aunque tenga que romper con los modelos que le sirvieron hasta ahora, se arriesga. Dice que sí. Los compañeros se lo toman bastante bien: es un precedente que los estimula, que demuestra que su jefe está abierto a escucharlos y entenderlos, y que la empresa de la que forman parte es flexible ¡y es un lugar que vale la pena! Él siente un compromiso recíproco, porque existe un vínculo emocional.
Los Millenials y el trabajo
Hoy los Millenials conforman el 35% de los trabajadores. De ellos, el 21%, según Gallup, no se queda en la misma empresa por más de un año, y no temen perder el trabajo porque confían que en tres meses pueden conseguir algo igual o mejor. Dentro de 8 años, ya crecidos, los polémicos Y van a ser el 75% de la fuerza de trabajo global, y nos vamos a encontrar discutiendo la singularidad de la generación recién llegada. Las organizaciones más competitivas van a ser las que sepan gestionar activamente el compromiso de sus empleados, con un 57% más de probabilidades de alcanzar sus objetivos de negocio, concluye el informe de Deloitte.
Estos números nos tienen que hacer despertar. Es imperativo y urgente que pongamos el foco en desarrollar estrategias efectivas para involucrar a las personas a partir de lo que realmente les importa. Sólo así vamos a estar preparados para fluir en una cultura en permanente cambio, y adaptarnos a nuevas maneras de trabajar y colaborar que hoy apenas podemos intuir.
La guerra de talentos va a ser cada vez más intensa. Y la van a ganar las empresas y las personas que estén más atentas al desarrollo integral de los individuos, las que despierten ganas, pasiones y alegría: las que nos hagan sentir felices y orgullosos de ser parte.