La cuarentena impuso una ruptura de hábitos en el trabajo. Entre lo incierto y lo incómodo, nos vimos obligados a ir inventando nuevos procesos y formas de organizarnos.
La cuarentena impuso una ruptura de hábitos en el trabajo. Entre lo incierto y lo incómodo, nos vimos obligados a ir inventando nuevos procesos y formas de organizarnos, aprendiendo mientras hacíamos, improvisando sin receta, con lo que teníamos a mano. Muchas de esas soluciones funcionaron incluso mejor que las anteriores, y sería un desperdicio que esos logros se perdieran cuando volvamos a la “normalidad”.
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