Fuimos menos críticos, compartimos nuestras ideas, herramientas y recursos, desarrollamos nuestros músculos creativos para reinventarnos y crear una nueva realidad.
Con el fin del disruptivo, doloroso e inolvidable 2020 a la vuelta de la esquina, es tiempo de hacer un balance, preguntarse cómo nos fue, qué se aprendió, qué sirvió y qué no, qué falta ajustar o seguir mejorando. Quizás en este tiempo muchos se hayan dado cuenta de que algo de lo que perdió vigencia o dejó de ser útil en el nuevo contexto, y ya no se seguirá haciendo.
También es probable que algunos de esos cambios, que hicimos porque no nos quedó otra y nos costaron muchísimo esfuerzo, hayan llegado para quedarse porque demostraron ser una alternativa tan buena, y a veces mejor, que nuestra manera habitual de pensar, trabajar y relacionarnos.