Recabar información sensible nos vuelve más perspicaces para leer el contexto, detectar alertas tempranas y liderar a las personas con empatía.
Los gatos son curiosos, exploradores, ágiles, equilibristas. Pueden pasar entre los adornos de un mueble sin tirar ninguno, recorrer la casa sin tropezar aun en la oscuridad y reaccionar rápidamente a un cambio en el ambiente incluso cuando están durmiendo. ¿Cómo lo hacen?
Al igual que sus antepasados salvajes, los gatos domésticos utilizan sus bigotes para navegar el territorio. Estos pelos largos y rígidos, llamados vibrisas, son sumamente sensibles, al punto de que pueden percibir movimientos y vibraciones en el aire que a los humanos nos pasan desapercibidos. Al mover los bigotes, los gatos reciben la información del territorio y la envían al cerebro, donde se genera una imagen en tres dimensiones, muy detallada, de lo que está a su alrededor. Usan estos poderosos detectores para orientarse, escaneando el entorno en busca de presas y peligros, y para medir distancias y alturas. La información sensible que reciben a través de sus bigotes les permite eludir los obstáculos y evaluar si es seguro avanzar o saltar en una determinada circunstancia.
Observando a los gatos, los humanos podemos extraer lecciones útiles sobre lo importante que es desarrollar nuestra percepción para hacer una mejor lectura del contexto, particularmente en nuestro ámbito de trabajo. Suele ocurrir que estemos muy atentos a los indicadores “duros”, los números en las planillas de Excel, los valores abstractos y técnicos con los que medimos nuestros resultados, y que estemos descuidando otros índices que son igual de valiosos. Es posible que los datos duros muestren, en el presente, que estamos haciendo las cosas bien. Hoy los números cierran, los procesos funcionan, los conocimientos y las habilidades que tenemos, que tiene nuestro equipo, son suficientes. Sin embargo, ¿estamos atentos a las vibraciones del futuro? ¿Percibimos los nuevos aires de lo que está por venir? ¿Nos estamos preparando, y preparando a nuestra gente? ¿Estamos creando las condiciones para el éxito en el futuro? ¿Podemos avanzar? ¿Podemos saltar?
Puede ocurrir que una organización atenta a los futuros desafíos diseñe un plan impecable que incluya una transformación cultural. Los papeles, los posters en las paredes, los videos, los discursos y la jerga institucional cotidiana se llena de grandes palabras como “colaboración”, “participación”, “transparencia” o “talento”. ¿Quién puede no estar de acuerdo con estos valores? Sin embargo, moviendo los bigotes por las oficinas, en los pasillos, alrededor de la máquina de café, es posible que se adviertan señales de desánimo y descontento, porque el cambio que se pregona no ha transformado la vida de la gente más allá de agregarles trabajo. ¿Estamos atentos a las personas que conforman la organización? ¿A sus emociones, a sus anhelos, a sus miedos, sobre todo en estas épocas de incertidumbre?
Los contextos cambiantes requieren de nosotros que afinemos nuestra percepción. Que seamos más perspicaces para leer el entorno del presente y detectar las necesidades del futuro. Que seamos más sensibles para advertir la respuesta emocional de las personas a las nuevas iniciativas y liderarlas con empatía. Que podamos detectar alertas tempranas. No confiemos solamente en los números duros, no nos conformemos con las grandes palabras. Ser capaces de recabar información sensible es vital para orientarnos y tomar mejores decisiones. Usemos nuestros bigotes.
Andrea Churba