El rol de líder en una organización comunitaria conformada por voluntarios tiene desafíos específicos, diferentes a los que se presentan en otro tipo de organizaciones y empresas.
- ¿Cómo se lidera a un grupo de personas que eligen colaborar sin esperar ni recibir una recompensa económica?
- ¿Cómo organizarse y coordinar el trabajo en un ámbito donde es necesario ser eficientes, lograr objetivos, sostener la motivación y la alegría?
- Dada la amplitud y la riqueza de tema, consideramos conveniente desarrollarlo en dos columnas sucesivas.
¿Qué significa “liderar” en las organizaciones comunitarias?
Hablar de “liderar” en el contexto de las organizaciones comunitarias a veces produce ruido. Un líder comunitario no es un individuo en una posición jerárquica sino más bien un coordinador de las acciones y un orientador de las emociones del grupo: “Yo sólo estoy en este rol porque tengo más experiencia. Soy como una capitana de los voluntarios, que los entiende, los escucha, los abraza, los ordena, los valora, los alienta. Lo que hacemos, lo hacemos entre todos, no hay otra forma. Para que el cambio sea posible, y se sostenga por sí mismo, tiene que trascender a las personas que lo impulsan”, dice Mariela Fumarola, que coordina el equipo de Caminos Solidarios, una organización que acompaña a personas en situación de calle o en riesgo de estarlo en la ciudad de Buenos Aires.
“Todos somos voluntarios y jugamos muchos partidos por día. Hay que estar atentos tanto a la comunidad, para ver y saber el camino a seguir, y también al grupo, a los jugadores que tenemos para ese partido”, dice Martín Giovio, voluntario, uno de los fundadores de la Red Solidaria Chacabuco.
Roles bien definidos: la clave para organizarse y seguir creciendo
Las organizaciones comunitarias suelen comenzar como un pequeño sueño impulsado por una o unas pocas personas. A medida que se van sumando más voluntarios y actividades solidarias, la tarea de coordinar las acciones se vuelve cada vez más compleja. Y no todos están preparados para el desafío de organizar y liderar a un equipo. A muchos les cuesta delegar, y sin querer se convierten en un cuello de botella para la eficiencia y el desarrollo de los proyectos. Otros buscan demasiado el consenso, y las iniciativas se estancan en discusiones sin fin.
Para que los proyectos fluyan y los objetivos se logren con eficiencia es necesario profesionalizar la estructura, organizándola a partir de roles bien definidos y reglas claras.
“En Caminos Solidarios hacemos recorridas nocturnas para llevar comida, acompañar, escuchar y generar un vínculo con las personas en situación de calle”, dice Mariela Fumarola. “Para organizarnos mejor dividimos la ciudad en cinco zonas, y para cada zona nombramos dos referentes que coordinan a los voluntarios. Son personas que tienen empuje, deciden y hacen, que logran autoabastecerse con donaciones para sus recorridas. Estoy logrando delegar algunas zonas, pero me cuesta soltar, y hay días que me siento abrumada. Me gustaría tener más tiempo para abrir otras zonas, y más tiempo para mí”.
Al igual que Mariela, Puchi Sztamfater también es voluntaria. Actualmente es Directora de Acción Social de Lamroth Hakol, un centro comunitario de la Zona Norte del conurbano bonaerense, donde coordina doce proyectos en los que participan cincuenta voluntarios. La iniciativa creció tanto que se le hizo evidente que ya no podía gestionar del mismo modo que cuando eran unos pocos, y se embarcó en un proceso de organización y profesionalización del equipo y de sí misma. “El primer paso fue diseñar una estructura que me permitiera delegar. Nombramos doce referentes, uno por cada proyecto. “La selección fue delicada, porque los referentes son la cara de Lamroth ante las instituciones con las que colaboramos y ante los voluntarios. Tuvimos en cuenta quiénes tenían ciertas características, como la responsabilidad, la empatía y las ganas de liderar”. Algunos estaban más preparados y pudieron asumir el rol enseguida. A otros Puchi los tuvo que acompañar más, porque todavía la necesitaban cerca para supervisar sus planes y ayudarlos a pensar que lo podían hacer solos, hasta que también ellos pudieron ganar seguridad y autonomía.
Este sistema de empoderamiento y delegación, replicado en cascada desde los referentes hacia los otros voluntarios, volvió más ágil y efectivo al equipo de Acción Social de Lamroth en un tiempo relativamente breve.
Las reglas y expectativas claras construyen una cultura de responsabilidad
El proceso de organizar un grupo de voluntarios también requiere que se especifiquen las normas que regulan las acciones y los comportamientos esperados. Dentro de ese marco general cada uno tiene lugar para crear e inventar, pero fuera de él, todo lo que es especial y distinto, es bueno que sea consensuado con el líder y con el equipo.
En algunas organizaciones, como la Cruz Roja, los voluntarios suscriben con la institución un compromiso mínimo de actividad y permanencia. Por ejemplo, dedicar dos horas semanales durante seis meses en un programa determinado. Aun cuando los convenios no sean tan formales, hay una norma que todos deben comprender y seguir: cada uno es responsable de hacer aquello que se comprometió a hacer. En Lamroth, por ejemplo, el criterio que se aplica ante la eventualidad de que un voluntario no pueda asistir a una actividad programada que se lo comunique con anticipación a su referente, quien buscará un reemplazo, se ocupará personalmente o acordará con la directora la cancelación del evento en caso de que nadie pudiera asistir. “Al principio me sorprendía que los voluntarios llamaran a sus referentes y no a mí. Fue un desafío enorme para mí no poner el cuerpo. ¡Tuve que trabajar mucho mi ego!”, dice Puchi con humor. “Pero me doy cuenta de que estar ordenados me libera tiempo para pensar, ser más creativa y preparar a otros para liderar nuevos y desafiantes proyectos”.
La definición clara de los roles y las expectativas, los hábitos instalados para cumplir los compromisos, la comunicación abierta y cercana, junto con un espíritu alegre y agradecido, hacen mucho más probable que las personas, voluntarias o no, estén dispuestas a dar lo mejor de sí, no solo para la mejora de los proyectos sino también para el bienestar de la comunidad.
Agradecimientos:
Mariela Fumarola, Caminos solidarios
Puchi Sztamfater, Lamroth Hakol, Centro comunitario, religioso y cultural israelita
Martín Giovio, Red Solidaria Chacabuco