Los seres humanos necesitamos tener cierto control sobre lo que va a pasar; en tiempos de cambio, incluso aunque contemos contamos con señales que nos orientan, tendemos a rellenar los huecos con inferencias, con suposiciones y conjeturas sobre lo que se viene.
En tiempos en que todo cambia, cuando el presente es inestable y el futuro es imprevisible, ¿cómo reaccionamos ante lo desconocido?, ¿cómo tomamos decisiones?, ¿cómo nos motivamos?
Los seres humanos necesitamos tener cierto control sobre lo que va a pasar. En tiempos de cambio, incluso aunque contemos contamos con señales que nos orientan, tendemos a rellenar los huecos con inferencias, con suposiciones y conjeturas sobre lo que se viene. Esas interpretaciones cargadas de ansiedad nos llevan a leer el contexto a la luz de experiencias conocidas y tremendistas, propias y ajenas: “Cuando se vendió la compañía en la que trabajaba antes, cambiaron a la mitad del personal”, “En la empresa donde trabaja mi mujer les quitaron los beneficios que tenían”.
No hay ninguna razón lógica que ligue lo que pasó en otro lado, lo que le pasó a otro, con lo que va a pasar, pero la emoción nos lleva a pensar y actuar como si eso fuera la “verdad”.
“Vienen a conquistarnos”, dice Manuel, gerente de operaciones de una empresa de soluciones tecnológicas que fue comprada por una megaempresa global. “Es obvio que no van a mantener puestos duplicados. Nos van a reemplazar por su gente. Ya se está notando. Hasta ahora tomábamos nosotros las decisiones a nivel local y regional. Ahora deciden todo en otro lado”.
Lo que percibe Manuel en parte puede ser real. En toda situación de cambio hay riesgo de pérdidas. Pero también puede ser una fantasía, una interpretación distorsionada por sus propias emociones que destaca las amenazas, opaca las oportunidades y lo deja encerrado en pensamientos y conductas improductivas.
Cuando las personas actúan con la certeza de que sus peores predicciones son ciertas, dejan que sus estados de ánimo decidan sus conductas. Si creen que no van a ser parte del futuro de la empresa, que no van a ser valorados, que no van a poder tomar decisiones, si creen que la industria para la que trabajan está en peligro de extinción, ¿para qué esforzarse? Es muy fuerte la tentación de tirar la toalla. Si se dejan ganar por el desánimo, es más probable que su profecía se cumpla y sean reemplazados por esos supuestos “conquistadores”. Si creen que no van a poder tomar decisiones, y dejan de tomarlas, se las ceden a otros, y así se confirma su pre-juicio de que, en este nuevo contexto, van a perder su autonomía.
La incertidumbre produce monstruos. y contagia
“El sueño de la razón produce monstruos”, tituló Francisco de Goya uno de sus Caprichos de 1799. La estampa muestra a un hombre dormido acosado por figuras aladas y amenazadoras. Traduce la inquietud de una época de grandes cambios, cuando perdía vigencia la cosmovisión del Antiguo Régimen y comenzaba un proceso de iluminación que revolucionaría las ideas, la política y el arte .
Una vez más nos encontramos en un momento de cambios paradigmáticos. La incertidumbre despierta al monstruo de la ansiedad y el miedo. En los pasillos, en cada conversación, en cada almuerzo y reunión resuenan los rumores y las predicciones apocalípticas. La repetición alimenta al monstruo, y a medida que el miedo se contagia y se vuelve pánico, la bestia se vuelve más grande, con más pelos, con garras, con dientes más largos y afilados.
Cada persona de la organización, y más aun quienes ejercen roles de liderazgo son responsables de desactivar al monstruo antes de que acampe a sus anchas en la cultura del equipo y de la organización. Para eso, primero tienen que controlar sus propios miedos y estar atentos para evitar contagiarse del pesimismo colectivo.
En tiempos de incertidumbre, todas las miradas se dirigen al líder, y lo que él o ella hagan y digan va a guiar la percepción y el humor de su entorno. Como todas las emociones intensas, el entusiasmo también es contagioso, y quienes conducen la transición tienen el poder para encausar la percepción y el sentir del equipo más allá de los temores del presente hacia la necesidad y los beneficios del cambio.
Creer que el lugar hacia donde vamos vale la pena, redimensiona el esfuerzo de hoy, trasciende las pérdidas, desdramatiza los monstruos y provee del combustible necesario para producir y sostener los cambios.
Instrucciones para quitarle poder al monstruo
El monstruo, como dijimos, es producto de una fantasía, una percepción distorsionada del contexto que no necesariamente se corresponde con lo que está ocurriendo. Por lo tanto, la única manera de quitarle poder al monstruo es ampliar la mirada para detectar evidencias que lo desmientan y hacer visibles las oportunidades que ya estaban presentes en el entorno y la emoción no nos dejaba ver.
Para liderar las propias emociones y las del equipo, es útil preguntarse:
. ¿Qué estoy viendo, qué me hace sentir pesimista, enojado o desmotivado?
. ¿De dónde salió esa idea? ¿Quién lo dijo?
. ¿Con qué otro contexto lo estoy relacionando? ¿Aplica a lo que está ocurriendo hoy?
. ¿Qué evidencias tengo de que eso que temo es lo que sin dudas va a pasar? ¿Qué señales o hechos validan mi punto de vista?
. ¿Qué no estoy viendo? ¿Cuáles son las evidencias que pueden contradecir mis presupuestos?
. Para tener el estado de ánimo que haga más altamente probable que suceda lo que quiero que suceda, me motive y me vuelva productivo, ¿en qué es útil enfocarme?