El conocimiento de una organización está siempre en riesgo de perderse u olvidarse.
Lo que a un equipo le sirvió, lo que no le sirvió, los problemas y dificultades que enfrentaron, las soluciones, los atajos, los riesgos, los fracasos: toda esa información es un capital valioso que puede ayudar a otros a no repetir errores, replicar los logros y tomar decisiones más inteligentes. Sin embargo, muchas veces esa información se queda estancada en el grupo que la generó, o se pierde en el abismo entre las personas, los equipos o las áreas. No se comparte porque “No tenemos tiempo”, dicen algunos, “Estamos corriendo” o “Acá eso no se hace”, dicen otros. En algunos casos, quizás también jueguen cuestiones de poder y de competencia. Como sea, a lo que no se le da tiempo es porque no se le da valor. Posiblemente no exista en la organización la creencia de que preservar y compartir el conocimiento es relevante. No está en foco, no es parte de la cultura.